Qué dice la bibliografía existente…
En la bibliografía disponible sobre este tema, la barrera que emerge con mayor consenso es el “techo de cristal”. Se define el “techo de cristal” como las barreras invisibles que se dan en las organizaciones y que dificultan e incluso en algunos casos impiden que las mujeres que lo deseen alcancen puestos directivos o de mayor responsabilidad. A modo de ejemplo: la idea subyacente de que las mujeres se comprometen menos con la empresa, de que son menos validas a la hora de adoptar roles de liderazgo, de que los hombres son el género más competitivo, etc.
En un segundo plano, algunos artículos e investigaciones se refieren también a otra barrera: el “suelo pegajoso”. Se entiende por “suelo pegajoso” al cansancio que se deriva de la sobrecarga de trabajo que experimentan muchas mujeres por el hecho de estar realizando, a diario, una doble jornada: la de su ámbito laboral y la de su ámbito doméstico.
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Qué dice la investigación #LasMujeresHoy
Con la colaboración pro-bono del equipo de PRM Market Intelligence, he realizado una investigación que representa a 15 millones de mujeres mayores de edad que residen en España.
¿Qué hemos aprendido en esta investigación sobre la carga de trabajo que soportan las mujeres?
El tiempo que las mujeres con el “frente trabajo remunerado” destinan a su trabajo remunerado, es bastante estable con independencia de los otros “frentes” que han incorporado a su vida: las que solo tienen “trabajo remunerado” destinan, de media, 7 horas al día; las que tienen “trabajo remunerado y conviven en pareja” destinan, de media, 7 horas y 30 minutos; las que tienen “trabajo remunerado e hijos/as” destinan, de media, 7 horas y 18 minutos y las que tienen los “3 frentes” destinan también 7 horas y 18 minutos al día a su trabajo remunerado.
El tiempo que las mujeres con el “frente trabajo remunerado” destinan a realizar las tareas de su casa, los días laborables, oscila según el número de “frentes” que han incorporado a su vida: las que solo tienen “trabajo remunerado” destinan, de media, 2 horas y 54 minutos; las que tienen “trabajo remunerado y conviven en pareja” destinan, de media, 3 horas y 24 minutos; las que tienen “trabajo remunerado e hijos/as” destinan, de media, 3 horas y 6 minutos y las que tienen los “3 frentes” destinan 3 horas a las tareas de la casa.
El tiempo que las mujeres con el “frente hijos/as” dedican al cuidado y educación de los hijos/as es, de media, 2 horas y 48 minutos al día. Tiempo que apenas cambia ni en función del número de “frentes” ni tampoco según el número de hijos/as, pero sí según la edad de los hijos/as. La máxima exigencia de los hijos/as en lo que a tiempo de dedicación respecta, se produce cuando alguno tiene 5 años o menos, fase en la que las madres están destinando, en casa de media, 4 horas al día a su cuidado y educación, tanto si es un día laborable como si es festivo.
Cuando nos centramos en las mujeres con los “3 frentes” en su vida (tienen trabajo remunerado, viven en pareja y tienen hijos/as) y cuantificamos la carga total de trabajo que soportan al día, los días laborables el resultado es: destinan a trabajar, de media, 13 horas al día (7 horas y 18 minutos en su trabajo remunerado y 5 horas y 42 minutos en el no remunerado, de la casa y los hijos/as). En resumen: en esta situación de vida, las mujeres realizan prácticamente una doble jornada. La consecuencia de esta doble jornada es que, los días laborables, el tiempo del que disponen para ellas en casa, se reduce a 1 hora y 54 minutos al día.
Al analizar cómo las mujeres se están repartiendo con su pareja la realización de las tareas de la casa, en aquellas parejas en las que la mujer está activa en el mercado de trabajo y viven con un hombre, observamos que ellas están soportando el 67% de estas tareas. Esto es, en las parejas en que ellas tienen trabajo remunerado, sobre la mujer está recayendo más del doble de tareas de la casa que sobre su compañero. Y si olvidamos los valores medios, las parejas que pueden considerarse equilibradas en el reparto de este tipo de tareas no llegan ni siquiera a la mitad (son el 45%). Situación que es todavía más incomprensible si consideramos que en el 72% de estas parejas, ellas están aportando a los gastos comunes y de la casa el mismo dinero o más que el hombre con el que viven.
Y al analizar cómo las mujeres que han sido madre están repartiendo con el padre el cuidado y educación de sus hijos/as, la situación no solo no mejora, sino que empeora con respecto a cuando la pareja no tenía hijos/as. Entre las parejas con hijos/as en las que la madre tiene trabajo remunerado, las que pueden considerarse equilibradas en el reparto de las tareas conjuntas de la casa y de los hijos/as se reducen al 37%. (8 puntos por debajo del 45% de equilibradas en las parejas sin hijas ni hijos).
Teniendo presente este desequilibrado reparto de las tareas tanto de la casa como del cuidado y educación de los hijos/as entre el miembro femenino y el masculino de la pareja, no es ninguna sorpresa que cuando analizamos a qué destinan las 24 horas del día, los días laborables, las mujeres con los frentes “trabajo remunerado e hijos/as” (esto, es, las que a diferencia de las mujeres con “3 frentes” no viven en pareja) vemos que en ambas situaciones, dedican a trabajar prácticamente las mismas horas al día. En resumen: para la media de las mujeres que están activas en el mercado de trabajo y tienen hijos/as, el hecho de que haya un hombre en casa, no les resta ni media hora de trabajo al día.
Pero es que este desequilibrado reparto entre mujeres y hombres en la realización de las tareas no remuneradas, se agrava todavía más si además del número de horas que cada uno invierte tenemos en cuenta el tipo de tareas que realizan. Y aquí la conclusión vuelve a ser lapidaria: en todas aquellas tareas, tanto de la casa como del cuidado y educación de los hijos/as, que requieren una mayor “carga mental” (organizar la casa, organizar la vida de los hijos/as, acompañarlos al médico, asistir a las reuniones del colegio, …) las mujeres se están haciendo cargo en como mínimo el 70% de las veces. Este es el “mental load” al que se refiere desde hace años el movimiento feminista.
¿Qué hemos aprendido en la investigación sobre cómo interactúan el ámbito profesional y el ámbito privado, en la vida de las mujeres?
Para las mujeres, los “frentes” no son compartimentos estancos. ¿Qué significa esto? Pues que cuando una mujer incorpora a su vida uno de los tres “frentes”, éste influirá no sólo en su ámbito emocional y en cómo distribuirá las 24 horas del día, sino que también influirá en los otros “frentes” que ya hubiera en su vida. Un claro ejemplo de esta relación se observa en cómo oscila lo que las mujeres que están activas en el mercado de trabajo valoran en su “trabajo ideal”, según la etapa del ciclo de vida en el que se encuentra. El aspecto cuya relevancia fluctúa en mayor medida es: que “me permita conciliar”. Cuando las mujeres tienen entre 18 y 26 años ocupa la segunda posición del ranking de importancia. Para las que tienen entre 27 y 49 años, que “me permita conciliar” se convierte en el aspecto más importante del trabajo remunerado y no pierde relevancia hasta pasados los 50 años, en que pasa a ocupar el tercer puesto.
Es por ello por lo que, la situación de desequilibrio permanente y sostenido a la que muchas mujeres se enfrentan, año tras año, entre las horas que trabajan a diario y el tiempo del que disponen para ellas, sobre todo mientras alguno de sus hijos/as es pequeño, acaba suponiendo que, de las mujeres que tienen experiencia en el mercado laboral, una de cada cinco (el 20%) terminan sacrificando su vida profesional. Entre las que han tomado la decisión de sacrificar su vida profesional, el 60% han optado por hacerlo de la forma más drástica posible, esto es, “dejando” el trabajo remunerado que tenían y el 40% restante “han puesto algún freno” ya sea en su antiguo trabajo remunerado o reinventándose en una nueva salida profesional.
El reto… Dar visibilidad y buscar soluciones a la principal barrera a la que se enfrentan las mujeres en su ámbito profesional.
A la vista de estos resultados, considero que cae por su propio peso que deberíamos replantearnos, por un lado, si el “techo de cristal” y “el suelo pegajoso” son las dos únicas barreras por superar y, por otro, si la importancia relativa que se les está otorgando a una frente a la otra es la adecuada.
Según los resultados de la investigación #LasMujeresHoy, está claro que el principal obstáculo al que se enfrentan muchas mujeres que están activas en el mercado de trabajo para escoger con plena libertar cómo enfocar su ámbito profesional, no se encuentra en su puesto de trabajo, sino que se sitúa en su propio hogar. El principal obstáculo es sin lugar a duda el desequilibrado reparto, entre el miembro masculino y el femenino de la pareja, en la realización de las tareas no remuneradas que les afectan. ¿Cuáles son las consecuencias de este desequilibrado reparto entre los dos miembros de la pareja? De forma muy resumida: como el día tiene 24 horas, ellos disponen de más tiempo para sus cosas, por lo que consiguen “recargar sus pilas” mejor… estar en mejor forma física y emocional… y a largo plazo, tener mayor independencia económica que ellas.
¡Porque este es sin duda alguna, un pez que se muerde la cola! Y la posición de desequilibrio que enfrentan muchas mujeres en su ámbito privado inevitablemente termina afectándoles también a su ámbito profesional. Veamos… Si una mujer que está activa en el mercado de trabajo se siente agotada por falta de tiempo para “recargar sus pilas”, ¿cómo va a llegar a su puesto de trabajo con la misma agilidad física y mental que los hombres de su equipo? ¿Durante cuánto tiempo podrá esta mujer aguantar el esfuerzo que requiere ser igual de productiva que sus compañeros hombres? ¿Quién tendrá más posibilidades de que le ofrezcan un ascenso, con el correspondiente aumento en la retribución, ella o uno de sus compañeros de trabajo? ¿Y si le ofrecen un ascenso, se sentirá ella con fuerzas para aceptar un puesto de mayor responsabilidad? ¿Quién tendrá más posibilidades de acogerse a una reducción de jornada para el cuidado de un menor, con el consiguiente ajuste del sueldo en el momento de ser madre o padre? ¿Cómo afectará esta reducción de jornada a su pensión? ¿Qué pasará con el espacio cedido, tanto en horas como en euros, en el ámbito profesional si su relación de pareja deja un día de funcionar?… En resumen, si las parejas no son igualitarias en su ámbito privado, lograr la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en el ámbito profesional se convierte en una utopía.
Por lo tanto, a mi modo de ver, es imprescindible cambiar el discurso más comúnmente aceptado hasta la fecha. Mi propuesta es colocar al “suelo pegajoso” como la barrera prioritaria a resolver y además rebautizarlo para dotarle de la relevancia que en realidad tiene. ¿Qué tal si le llamamos “losa de hormigón”?
Considero que es una losa porque la sobrecarga de trabajo que experimentan muchas mujeres en su ámbito doméstico, sobre todo cuando tienen hijas o hijos pequeños u otros dependientes a su cargo, son una carga dificilísima de sobrellevar. Carga que tiene por costumbre empeorar con el paso del tiempo no solo porque se va volviendo cada vez más pesada, sino también porque la mujer que la soporta va perdiendo capacidad de aguante. Con demasiada frecuencia, esta losa termina erosionando tanto la salud física como la emocional de muchas mujeres.
Y la veo de hormigón porque los estereotipos y los roles que se asignan a cada género se han ido perpetuando generación tras generación, de forma sutil y subliminal, y desde que nacemos, por lo que la mayoría de las mujeres y los hombres los tenemos completamente interiorizados. Muchas mujeres no son ni siquiera conscientes de la dimensión del peligro al que se enfrentan al asumir este desequilibrado reparto de las tareas domésticas. Por lo tanto, dinamitar esta “losa de hormigón” será un esfuerzo titánico de deconstrucción en el que la educación, en el más amplio sentido de la palabra, jugará un papel fundamental.
En mi opinión, la buena noticia es que, a medida que se vaya consiguiendo dinamitar esta “losa de hormigón”, también irá desapareciendo el “techo de cristal”. Porque en cuanto la carga de las tareas no remuneradas del ámbito doméstico se vaya repartiendo de forma igualitaria entre el miembro femenino y el masculino de la pareja, ambos tendrán la misma necesidad de conciliar su vida profesional con la privada. En consecuencia, muchos de los directivos hombres que hoy viven completamente ajenos a esta necesidad, empezarán a entender que algunas de las prácticas empresariales que hoy se entienden como “lo normal” habrán quedado obsoletas.
Y las escuelas de negocio entenderán por fin, por qué si entre sus matriculados la mitad o más son mujeres, sigue habiendo tan pocas en los órganos de gestión de las empresas. Y muchas organizaciones, sobre todo privadas, lograrán entender por qué, a pesar de que llevan años diseñando e implementando políticas que persiguen facilitar que las mujeres lleguen a los puestos de poder, siguen con una proporción de mujeres tan reducida en sus cúpulas directivas.
Por deformación profesional, estoy convencida de que un problema bien definido es un problema medio resuelto. Por lo tanto, confío en que, si todos los agentes sociales centran sus esfuerzos en 1) darle a la “losa de hormigón” la visibilidad y la relevancia que tiene, y 2) buscar mecanismo que permitan dinamitarla, estaremos sentando las bases para lograr por fin que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres en todos los ámbitos de la vida.
Es evidente que queda mucho por hacer en cuestión de coeducación en los colegios y universidades; y mucho que mejorar tanto en el diseño como en la ejecución y control de los planes de igualdad de las compañías; y que también hay espacio de mejora en el tratamiento que se da a las cuestiones de género en los medios de comunicación y en el ámbito de los poderes públicos… Pero, por favor, que nadie lo olvide: tú también puedes y debes poner de tu parte…